viernes, 23 de marzo de 2012

Diario de Noelia

10 de Octubre de 2012
Querido diario:
Después de casi un mes, tenía ganas ya de escribirte y desahogarme con todas las cosas que han pasado.

Con el tema de mi hermano, no ha ido muy bien… por más que lo intento no consigo convencer a Miguel de hacer nuevos amigos. Al menos que no sean como los que tiene, aunque por un aparte de razón si tiene. Es muy difícil hacer amigos en un país diferente y al menos se relaciona con otros niños, aunque sean españoles.
Hace unos días intenté hablar con él. Le dije que esos niños no le convenían y le expliqué todo lo que pensaba. Aunque no fue sorpresa su respuesta. Pasó totalmente de mí, por eso al siguiente día, como no tenía deberes ni nada que hacer, llamé a mis amigos y les conté lo de mi hermano haber si me podían ayudar.
Algunos del grupo tienen hermanos pequeños casi de la misma edad, por eso cuando salí me lo llevé conmigo y le presenté a los demás niños.
Aunque hicieron muy buenas migas y estuvieron toda la tarde jugando al fútbol, cuando él iba al parque llamaba a sus otros amigos, aunque si es verdad que pasan mucho tiempo juntos porque todos están en el equipo de fútbol y entrenan casi todos los días. Al menos he conseguido algo.
Aunque todo no acaba ahí, el otro día llamaron a mi madre desde el colegio, porque Miguel junto con unos amigos, había roto un cristal con un balón de fútbol. Claro que no fue en el recreo sino en una hora de clase. Mi madre para castigarle le ha prohibido jugar al próximo partido que tiene. Aunque estaba muy ilusionado todo le pasa por juntarse con quien no debe.
Como te escribí, tenía un examen hace unas semanas. Era bastante difícil pero una semana antes estuve estudiando y Gerard me ayudó mucho. Como está muy interesado en la cultura española, al igual que sus padres, el sábado pasado le organizamos un almuerzo español.
Aunque ya no era verano, tenían muchas ganas de probar el salmorejo. Así que mi madre con mucho entusiasmo les preparó: tortilla de patatas casera, salmorejo y como plato principal una buena paella, que hizo mi padre.
Se hartaron de comer y les gustó mucho. Les habría gustado viajar antes a España pero por problemas familiares no han podido todavía.
Por la tarde, los padres de Gerard se quedaron en mi casa tomando café y charlando con mis padres, mientras que nosotros salimos con los demás. Aún almorzando mucho, cenamos en una pizzería y como estuvimos de sitio en sitio sin controlar la hora, cuando me dí cuenta eran casi las doce de la noche. En ese momento, se me quedó la cara blanca y justamente miré el móvil, tenía más de diez llamadas perdidas de mi madre. Me dijo que volviese a las diez y media y, la verdad, nunca le había desobedecido.
La llamé y estaba, a parte de preocupada, muy, pero que muy, enfadada. Se lo conté rápidamente a los demás y para que no me fuese sola, Gerard me acompañó y así se recogería él también.
Estuvimos como un cuarto de hora corriendo de verdad, como si te estuviese persiguiendo alguien. Cuando llegué estaba mi hermano en la cama y mis padres en el salón esperándome. Ya el la puerta me despedí de Gerard y él se fue a su casa, claro como no tiene horarios no le dicen nada.
Cuando me senté en el salón me hicieron un “reconocimiento médico”, para ver si había bebido o algo, y cuando comprobaron que no, se quedaron un momento en silencio, mi padre me dijo varias cosas y me dijeron que ya hablaríamos al día siguiente.
No sé si era peor que me riñeran directamente o lo dejáramos para otro día.
A la mañana siguiente, no estaban, me asusté mucho. Les llamé y me dijeron que estaban desayunando en un bar. Cuando llegaron me volvieron a sentar en el sillón y me echaron la bronca, aunque no hubiese sido igual de habérmela echado ayer. Les expliqué todo lo que estaba haciendo ayer y por qué no les cogí el teléfono. Me escucharon atentamente, o eso parecía, y cuando terminé me dijeron que estaba castigada durante una semana sin salir por las noches.
No era uno de mis primeros castigos pero nunca me habían puesto uno como éste.
No me afectó mucho, ya que entre semana no salía por la tarde, aún así no salí ni el viernes ni el sábado. El domingo me dijeron que como lo había cumplido (el castigo), me dejarían salir aunque hasta las diez, y si volvía a llegar tarde estaría castigada un mes.
Nada más salir el domingo fui directa a una tienda y me compré un reloj de pulsera y así tener controlada la hora. Desde ahí, todos mis amigos, cada vez que llega la hora, me avisan y ya no volví a llegar tarde… hasta ahora.

Noelia

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